Pedro Romero es el artesano más importante en la historiografía reciente relativa a la participación de los grupos subalternos en los procesos independentistas del Caribe hispánico en el tránsito entre los siglos XVIII y XIX.; Sin embargo, su vida ha permanecido en una especie de nebulosa, presentándose para las especulaciones.
Desde el siglo XIX se le ha endilgado un origen cubano, concretamente de la ciudad de Matanzas, debido a que algunos de sus contemporáneos lo llamaron "el matancero". Y para continuar con esa tradición historiadores de finales del siglo XX han sugerido que lo trajeron de esa isla a trabajar en calidad de herrero en las fortificaciones y/o en el obrador de la marina de Cartagena de Indias.
Lo que sí se sabe con seguridad es que Pedro Romero era modelo del hombre del Caribe, es decir, el resultado biotípico de la mezcla racial generalizada. Algunos historiadores lo llaman mulato; otros, pardo; y hay quienes lo consideran mestizo, cuarterón o quinterón.
Pedro Romero, el matancero, fue un exitoso artesano que ya para 1778 y a la edad de 24 años residía en Cartagena en el barrio de Santa Catalina. “En la década de 1740 fue nombrado maestro forjador en el arsenal de Cartagena, y ya para esta época dirigía su propio taller de fundición en la entrada de Getsemaní, junto con su hermano y sus hijos, numerosos trabajadores y posiblemente algunos esclavos.
Su fortuna dependía de los contratos con el ejército español”. Es posible que hubiera estado vinculado a los trabajos de fortificación de la ciudad. De acuerdo con Alfonso Múnera, Pedro Romero, además de ser el máximo dirigente del pueblo cartagenero hasta la Constituyente de 1812, perteneció a esa clase respetable de artesanos mulatos que desde el siglo XVIII se habían propuesto acortar las distancias que los separaban de los criollos. Romero se convenció de que el derecho a la ciudadanía y la igualdad para él y todos los de su clase solo era posible con la independencia; y para conseguirla, aprovechando su influencia y respetabilidad, movilizó a los habitantes de su barrio.
Por ello, el 11 de Noviembre de 1811, el momposino Gabriel de Piñeres y el matancero Pedro Romero, después de reunir y congregar a los hombres de clase baja y a los artesanos frente a la iglesia de Getsemaní, ingresaron a la ciudad, forzaron la puerta del arsenal y se apoderaron de él. Armados de machetes, lanzas, revólver y dagas se tomaron el salón donde estaba reunida la Junta Suprema de la ciudad, donde además de exigir la igualdad de derechos para todas las clases de ciudadanos y que en las milicias de pardos los oficiales fueran pardos, presionaron y forzaron a los miembros de dicha junta, quienes –en contra de su voluntad y ante la actitud decidida de Pedro Romero y sus lanceros– no tuvieron otra salida sino la de declarar la independencia de Cartagena.
Para nadie es un secreto que el 20 de Julio de 1810 no hubo independencia, ni siquiera el 7 de Agosto de 1819. La primera independencia real se dio el 11 de Noviembre de 1811, en Cartagena, y la definitiva, también en esta ciudad, el 24 de junio de 1821; en esta ocasión el héroe fue el afrodescendiente José Padilla.
Tanto es así que al contrario de lo que sucedió en Bogotá en la fecha señalada, acá, a partir de 1811, se cambió la autoridad española y se volvieron a crear bandera, escudo y moneda. Y lo más importante, todos estos cambios y rupturas se respaldaron con la Constitución cartagenera de 1812. Lastimosamente, una fecha tan significativa para la identidad costeña se celebra hoy con un reinado nacional de belleza.
PEDRO ROMERO

